Asistimos una vez más a la llegada de las Navidades
con el alma un poco encogida por todo lo acontecido
deseando que la enfermedad y la soledad tengan los días contados
y que el solsticio del día 21, antesala del cierre de año
sea llave que abra la puerta a nuevos sueños de esperanza.
Dios no juega a los dados, una vez le oí a alguien decir
observa paciente y espera, una solicitud de ayuda a nuestro devenir.
Mejor será apartar la congoja y tratar de sonreír
hay niños y no tan niños, que aún confían en lo bello de vivir.
En este mes tan especial en el que despedimos el año
es preciso dar la vuelta a nuestro viejo reloj de arena.
En mi país no veremos bullicio ni fiestas en la Puerta del Sol
aunque si las campanadas de su mítico reloj.
Deseo que muchos puedan brindar por la vida, nunca tan agradecidos
de despedir este duro año, a ser posible con los seres queridos, y bien unidos.
Amor, deseo que tus ojos de miel no dejen nunca de alumbrar mis días.
Deseo que la calidez de tu cuerpo siga un año más encontrando abrigo en el mío.
Deseo qué la rotundidad de tu sentir disipe el miedo y el dolor que a veces acechan.
Y que en el frío de la noche, tu presencia siga llenando de dulzura este espacio.
¡Qué todos los deseos que vuelan a lo largo y ancho del mar
se conviertan en un coro de belleza singular
y que a fuerza de acompasarse, se transformen en realidad!
*** Esta entrada está inspirada en la propuesta de diciembre de Ginebra Blonde ***
foto tomada de Amanecer | Foto Gratis (freepik.es)