Hoy, revisando mis compromisos diarios, me he dado cuenta de que algunos no son nada útiles aunque siempre los he hecho. Siendo sincera conmigo misma, hay una parte en mí que es puro personaje, que me empeño en perpetuar a sabiendas de que no tiene nada que ver conmigo.
Me he despertado inquieta y un tanto rebelde, no dejo de pensar en que todo lo que me oscurece por dentro no merece la pena, mejor respirar hondo y sopesar en dónde quiero poner mi energía. Tengo que salir de una inercia que no deseo y que me mantiene prisionera.
Algo en mi cabeza me dice que no puedo poner siempre por delante a los demás, ni siquiera por amor, que necesito con urgencia amarme y mimarme más. El caso es que soy especialista en reescribir mi vida, lo he hecho tantas veces, borrón y cuenta nueva cuando me he visto realmente atascada. Pero hay rutinas que están tan arraigadas que renunciar a ellas es como asomarme a un precipicio. Puedo volar en sueños pero con los ojos abiertos, bien abiertos, me pregunto si soy capaz de confiar en mí hasta el punto de dejar de buscar la aprobación externa y centrarme en lo que yo deseo realmente.
Tal vez estoy como una cabra pero que me perdone el mundo que hoy me voy a reír de todo, será el Día de la no seriedad. Puede que sea un desastre, nada nuevo bajo el sol, pero me voy a dar permiso para ser yo misma, que todo seguirá funcionando si me tomo un descanso y dejo de preocuparme por todo lo que pasa a mi alrededor.