Circula por la red una curiosa fábula, El águila y la gallina:
Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos. Y durante todo el tiempo hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piaba y cacareaba. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, tal como vuelan los pollos. Un día divisó muy por encima de su cabeza, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas. El aguilucho miraba asombrado hacia arriba, ¿qué es eso? preguntó a una gallina que estaba a su lado. Es el águila, la reina de las aves, respondió la gallina. Pero no pienses en ella, tú y yo somos diferentes.
Decepcionado el aguilucho siguió observando al águila real. Todos los días al amanecer el águila volaba por encima del gallinero y el aguilucho no dejaba de mirarla, entonces comenzó a compararse con ella porque sentía el deseo de volar por los cielos. El aguilucho miro sus alas y las comparo con las del águila, observo que tenían la misma forma y tamaño, siguió comparando su plumaje y observo que también se parecía al del águila. Una mañana el aguilucho emocionado por lo que había observado con las comparaciones, decidió volar. Entonces salió corriendo a lo largo del gallinero abriendo sus alas, aleteando y saltando muy rápido, mientras su mamá gallina junto con las demás gallinas lo miraban y se reían creyendo que nunca podría volar. Decepcionado el aguilucho por fracasar en el primer intento y por lo que le decían las gallinas, decidió descansar un momento. Después de un buen rato, el aguilucho volvió a hacer un nuevo intento, corrió con todas las fuerzas posibles moviendo sus alas rápidamente y al final dio un enorme salto que lo lanzo a una altura considerable consiguiendo al fin volar, las gallinas se quedaron contemplándole asombradas.
El caso es que también hay otra versión, en la que el aguilucho no es capaz de darse cuenta de su similitud con el águila, por lo que vive y muere pensando que es una gallina de corral, menudo chasco. Con la intriga sobre cual era la versión original, si volar hacia las alturas o resignarse a ser gallina, llegué a Anthony de Mello, precisamente autor del libro El águila que creía ser una gallina.
Este cura jesuita resultó ser poco común por tener algunas ideas incómodas para la iglesia católica. Parece ser que para evitar poner en peligro la fe católica, en algunos de sus libros luce la siguiente anotación "'Los libros escritos por el padre Anthony de Mello fueron escritos en un contexto multireligioso para ayudar a los seguidores de otras religiones, agnósticos y ateos en su búsqueda espiritual, el autor no pretendió que fueran un manual de instrucciones sobre la fe católica en la doctrina y dogmas cristianos". Algo así me hizo olvidarme del final de la historia e indagar sobre Mello.
Descubrí que en sus libros y conferencias tenía tendencia a ensalzar lo más bello e interesante de cada religión, partiendo de la idea de que todas tienen algo que aportar, y algo que escoció muchísimo a la Congregación para la Doctrina de la Fe, hablar de Dios como si fuese un vacío puro y decir que para verle solo hacía falta mirar directamente el mundo, el todo que procede de la nada. Otra cosa que me llamó mucho la atención fue su idea de que las personas empezamos la vida siendo felices pero que poco a poco entramos en nuestra cárcel personal de sufrimiento y lo olvidamos, permitiendo que determinados pensamientos se conviertan en nuestros peores enemigos. Sus razonamientos, en especial su idea de cuestionar aquello que no nos encaja, son muy parecidos a los míos aunque ni siquiera sabía de su existencia. No obstante, reparé en que compartimos admiración por un orador muy conocido del pasado siglo, Krishnamurti, igual de ahí nos viene cierta conexión.
Dejo a continuación algunas frases de Mello que me han gustado y un video que trata sobre él.
- Aquellos que no cometen equivocaciones están cometiendo la mayor de todas, no intentar nada nuevo
- Solo hay una causa de infelicidad, las creencias falsas que tienes en tu cabeza, tan extendidas y comúnmente sostenidas, que nunca se te ha ocurrido cuestionarlas
- Estar despierto es no dejarse afectar por nada, ni por nadie, ser libre
- El amor perfecto echa fuera el miedo, no es exigente, ni tiene expectativas, tampoco dependencia, concede y se concede libertad