![]() |
Imagen de aszak https://pixabay.com/photos/nature-travel-exploration-outdoors-6722031 |
Un día más ha amanecido despejado y muy frío. Con temperaturas bajo cero agradezco esta casa que me cobija, herencia de mi padre que asimismo la heredó de mi abuelo. Puedo ver desde la ventana un paisaje blanco, los coches son como polvorones esperando la calidez del sol para deshacerse de esa capa que los cubre y en las calles casi desiertas, algunas personas se mueven con prisa supongo que para refugiarse lo antes posible al calor de cuatro paredes en esta gélida mañana de domingo.
La montaña se ha vestido de color verde oscuro. Me mira serena, tan imperturbable como siempre haga frío o calor. Me pregunto ¿Qué sentirá a través de sus árboles y arbustos, o de sus campos con escarcha y semillas durmientes? Un pensamiento cruza mi mente y me encuentro con la palabra permanencia, sin duda su legado es la perpetuidad. Qué concepto más enorme, tan inacabable como esas montañas que enlazan unas con otras hasta dónde alcanza mi vista.
Y también me pregunto ¿Qué permanecerá de nosotros en este mundo que habitamos cuando nos hayamos ido? ¿Aquellos y aquello con lo que hemos tenido contacto retendrá de alguna forma nuestro legado? Probablemente habremos transmitido algo con nuestras acciones y emociones a lo largo de décadas, aunque solo sean pequeños gestos. Hace unos días, mi hija se fue al instituto sin mi beso de despedida porque no puse el despertador y cuando abrí los ojos ya se había ido. Puede que no fuera consciente de ese detalle cuando cerraba la puerta y salía a la escalera, o tal vez sí, se lo tendría que preguntar.
Tengo la suerte de que mis padres están vivos y espero que por muchos años. De los ausentes, tengo algunos recuerdos de mis abuelos paternos y atesoro muchos de mi abuela materna que se fue hace décadas pero sigue ocupando un lugar especial en mi corazón. Me hubiese gustado conocer a mi abuelo, su esposo, de él solo puedo elucubrar por lo que me han contado o escuché a veces furtivamente cuando era niña. Seguramente el tiempo que pasé con mi abuela materna, mucho, es la causa de que haya dejado una huella importante en mi. Si pudiese hablar con ella estoy segura de que me diría que le hace feliz lo lejos que he llegado, los retos que he ido superando e incluso que hoy me pare a pensar en el legado que quiero transmitir. Mis muchas equivocaciones, algunas las veo con claridad ahora pero también mis aciertos, todo lo que me ha hecho llegar hasta aquí.
Creo que honramos a nuestros fallecidos con esa chispa de amor que brota en nosotros al recordarlos, con una punzada de dolor en ocasiones, es una separación que nos cuesta asimilar. Y creo que ellos también nos honran, al comprobar que algunas de sus mejores semillas se han asentado y de alguna forma florecen en nuestros actos.